jueves, mayo 03, 2007

EL FÚTBOL DE LOS OCHENTA


Vi el otro día en Santa Laura a Luis González, Speedy, puntero derecho de Unión 85. Suele ir al Fortín cuando jugamos y le debo a él esta columna. Por lo que representó como exponente del fútbol de los ochenta, el fútbol que me gusta.

El fútbol de los ochenta es el primer fútbol que vi en el estadio, cuando mi mamá me llevó a la Plaza Chacabuco. Fue el fútbol del 4-3-3, de los punteros abiertos, del centrodelantero que cabeceaba, de laterales que iban hasta el fondo, de un solo volante de contención, del 8 como enlace. Fue el fútbol de las jornadas triples, empezando a las 13 30 y saliendo de la cancha a las 19 20 en promedio. Fueron los partidos cuando las mallas llevaban auspicios, como Schick, cuando nos podíamos poner atrás del arco a gritarle cosas al arquero visita.

Fueron las jornadas del Loco Araya, arquero de Palestino, que salía disfrazado de árabe. Una vez se puso una pinta de preso, con grillete incluido, y se subió al arco para la foto de la Deporte Total. Fue el fútbol de esta revista, la que esperaba suscrito el lunes en la tarde mirando por la ventana cuando llegaba el tipo en moto y la tiraba. Fue cuando regalaban el Ula Ula, el fresbee, el yo-yo o las láminas del Pato Yáñez.

Fueron los inicios de la publicidad en las camisetas, cuando Unión tenía el Banco Santander y Caszely y Vasconcellos lucían la cerveza Cóndor en Colo Colo. Fue el nacimiento de alarma de gol, escuchamos dónde, de las jornadas resúmenes de Más Deporte, cuando ya eran las diez de la noche y todavía daban los resultados de la Cuarta División. El tiempo de Mañico Román, de Juan Cugniet, de Eduardo Butto, de Carlos Alberto Bravo y de Julio Martínez comentando en la marquesina.

Fue el tiempo cuando llegaba tres horas antes del partido y el estadio estaba abierto y veía como Juan Tobar, utilero del club, ordenaba la ropa y sacaba las mallas con las pelotas. Cuando podías ir con termo y banderas al estadio, cuando no había pelotudos saltando y mirando para la tribuna y perdiéndose el partido. Cuando rifaban el balón en el entretiempo, cuando había salón vip y comíamos con los dirigentes . Cuando no faltaba al camarín post partido, cuando le dije al Mago Merlini que era grande, cuando iba a los entrenamientos en micro.

El fútbol de los ochenta está marcado por el recuerdo de Santa Laura. Ningún estadio en Chile simboliza mejor lo que fue el fútbol con las medias abajo, sin canilleras, con shorts apretados, con gambetas, túneles y sin tanta táctica aburrida.

Fue el tiempo de Enrique Enoch volando y atrapando la pelota, gracia que casi ningún arquero hace hoy. De Atilio Guzmán, Fernando Astengo, Carlos Díaz. De Iván Valdés, el Chico Jáuregui, Luis Rojas y Edgardo Geofroy. De Lucho González, Peraca Pérez y Washington Castro. Del Torpedo Núñez, que entraba en el segundo tiempo para siempre hacer un gol. Del locutor que anunciaba los cambios, del sándwich con factura para limpiarte, de las micros llenas a la vuelta, de las tallas en la galería.

Lucho González era de esos punteros siempre abiertos, marcando la jugada para el pase, con desborde y centro. Tenía enganche y gol, hacía paredes y se divertía jugando. Yo también me divertía y por eso este recuerdo. Por un fútbol de ataque que parece que nunca volverá.


Flaco